jueves, 1 de marzo de 2018

Una merienda en Moscú


En la revista "La ilustración española y americana" del 22 de junio de 1896 aparece este noticia relativa a la muerte de muchos de los asistentes a la merienda del Zar de Rusia.

LA CATÁSTROFE DE MOSCOU.

La monarquía absoluta de los Czares de Rusia es, como casi todas las que hay y ha habido en el mundo, esencialmente popular y democrática. Para el muyik ruso, el Czar no es el soberano despótico que fingen en sus escritos los radicales de París y de otras partes, gente de bufete que habla de estas cosas de memoria; es el padre por excelencia, y así le llaman.


Por eso todos los Emperadores convidan al pueblo ruso á las fiestas de la coronación, y el pueblo acude en inmensa muchedumbre á aclamar al Czar y á beber y comer con él.

Para festines á que suelen concurrir más de 500.000 comensales, no hay salas bastante grandes en parte alguna, ni siquiera en la ciudad de Moscou, donde algunos palacios las tienen grandísimas. Merienda el pueblo en el campo, á sus anchas, bebiendo como beben los rusos y entonando cánticos en loor del Czar.

El paraje destinado á la merienda fue el gran llano de Kodinskoe-Polé, donde estuvo la Exposición francesa de 1891. Perpendicularmente al camino de Moscou levantáronse 150 barracas pentagonales, á metro y medio de distancia unas de otras, y que venían á servir de lindero entre el campo donde el pueblo debía esperar la distribución de los regalos y el dilatado espacio destinado á la merienda, de suerte que para recibir el obsequio do Nicolás II era forzoso pasar por alguno de aquellos 149 huecos. Detrás de la linea de barracas corría un espacio bastante llano de 30 á 50 metros de ancho; seguía á éste un barranco no muy hondo (unos 5 metros) de anchura de 60 á 70 metros, y de orillas bastante escarpadas; y en último término estaba la espaciosa llanada en que se celebró la Exposición francesa. Había en ésta dos pozos muy profundos, los cuales mandó cubrir la autoridad para evitar desgracias.

Desde la víspera de la distribución estuvo acudiendo gente sin cesar al campo de Kodinskoe-Polé, reuniéndose hasta 800.000 personas entre campesinos y obreros, no faltando buen número de mujeres y niños. Entre los primeros había corrido la voz de que el Czar regalaría una vaca á cada invitado, y muchos llevaban una cuerda para atarla. Por la noche hubo regular escándalo, menudeando las riñas
entre los que querían adelantar hacia las barracas y los que se les oponían.

De noche llegó buen golpe de bomberos por si ocurría algún incendio, y los empleados que debían repartir los regalos les dieron la preferencia, entregándoles el paquete en que estaba la merienda y el vaso del Czar. La ya impaciente muchedumbre se impacientó mucho más, y empezó á gritar y á empujarse. Serían cerca de las siete de la mañana cuando algunos empleados, queriendo impedir que las cosas pasasen á mayores, tuvieron la desdichada idea de arrojar á aquel mar humano varios paquetes.

Fue la señal de la tempestad. Arrojáronse unos sobre otros los de las primeras filas, disputándose la para ellos preciosa presa, y los de atrás, que veían la pelea, quisieron entrar también en ella para ganar lo que pudieran. Formóse así en breves momentos una suerte de marea, la cual rompió contra la linea de barracas tan furiosamente, que acabó por romperla en algunas partes y rebasarla. El que en aquella espantosa confusión caía no se levantaba más, quedando aplastado bajo una montaña de carne humana. El flujo y reflujo de la terrible marejada sembró de cadáveres los alrededores de los barrancos, y llenó de ellos el barranco y los pozos de que hemos hablado, por haberse roto las tapas que los cubrían. Unos habían muerto por asfixia, otros por magullamiento. Los más estaban espantosamente desfigurados.

Disputábanse aquellas 800.000 personas un poco de pan y salchichón y un vaso de hierro esmaltado, todo ello envuelto en una servilleta. Por conseguirlo murieron 4.000 y quedaron mal heridos 3.000 más. ¡Así son muchas de las grandes revoluciones populares!

En la pág. 365 damos una vista de los montones de cadáveres que se formaron junto á las barracas. Con ella acabarán los lectores de formar idea de esta catástrofe sin precedentes.



D. LUIS BURGUETE, primer teniente de infantería, muerto gloriosamente en la acción de Cacarajicara.

La juventud militar española está dando en Cuba muestras de valor y de espíritu, que son uno de los mayores consuelos que en estos tiempos nada prósperos puede recibir nuestro ánimo. Uno de los representantes de esa juventud que más gloriosa muerte han tenido, ha sido el primer teniente D. Luis Burguete.

Contaba éste solos veintitrés años, y había salido de la Academia de Toledo en 1891. En Abril del año pasado quiso ir voluntario á campaña en compañía de su hermano D. Ricardo; y no consiguiéndolo entonces, marchó también voluntariamente con su hermano mayor D. Manuel. Operó primero en Santiago de Cuba, recibiendo el bautismo de fuego en la acción del Descanso del Muerto. Después pasó á Occidente con el batallón de Baleares, á que pertenecía, y se distinguió mucho en los combates de Bejucal, Lechuga y Guasimas, por los cuales estaba propuesto para algunas recompensas, las que le han sido concedidas después de muerto.

En el asalto de las fortificaciones de Cacarajícara iba de vanguardia con la tercera compañía de Baleares. Perdió ésta en poco tiempo todos los oficiales, quedando mandada por un sargento. El teniente Burguete recibió un balazo en la cabeza cuando iba hacia las trincheras enemigas á la carrera, al frente de su sección. »Allí está la laureada», dijo á los suyos. A treinta pasos de aquellas cayo muerto.


Juntamente con estas lineas damos su retrato, que nos ha sido remitido por los notables fotógrafos de la Habana, Sres. Otero y Colominas.

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