lunes, 24 de abril de 2017

La goma del chicle


El chicle ―palabra náhuatl, resina natural― no lleva mentol, ni acidifica la saliva, ni se pega al suelo o al cabello. El chicle se cocina. Y en último kilómetro del sudeste mexicano, en la esquina de la península de Yucatán, se lleva a cabo el paso final del proceso: el enfardelado. Antes de eso, en la selva, la cáscara se chipea, el palo se desconcha y se tronquea y luego se florea; entonces el látex colea, cuaja en la paila con ayuda de un chamol; se enmarqueta, se cala y se pignora. Y después, enfardelado, básicamente se exporta.


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