lunes, 24 de abril de 2017

El Enantyum


El barrio de San Roque, en Badalona, se construyó en los años sesenta. Allí se recogió a los damnificados de las riadas del Vallés de 1962 y a los habitantes de las barracas de Somorrostro, un poblado chabolista que el mar inundaba con frecuencia y ahora ocupa el paseo marítimo de la Barceloneta. Aquel vecindario pobre, construido sin los equipamientos mínimos, sigue siendo hoy noticia por el tráfico de droga, los tiroteos o el deterioro de sus espacios públicos.


Dentro del barrio, se encuentra la sede española de la farmacéutica italiana Menarini. Allí, durante los años noventa, cuando en buena parte de San Roque se daban cuenta de que las casas en las que vivían estaban enfermas de aluminosis, un grupo de investigadores trabajaba en la búsqueda de un nuevo fármaco, una tarea que comienza muchas veces, pero pocas acaba con éxito.

Liset Borràs, responsable de Estudios y Técnico en Farmacovigilancia de la empresa, recuerda cómo hacia 1993 un equipo liderado por dos químicos comenzó a trabajar en el nuevo producto con una técnica que estaba de moda entonces. En la naturaleza, hay moléculas que son idénticas, están compuestas por los mismos átomos, pero organizados de manera opuesta, como si una fuese la imagen de la otra reflejada en un espejo. Cuando se aplica a estas moléculas un haz de luz, una lo refleja hacia la derecha, y por eso se llama dextrógira, y la otra hacia la izquierda, conocida como levógira. Esa diferencia, aparentemente menor, es fundamental, porque puede determinar si, aplicada como medicamento, la molécula cura o no.

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