miércoles, 4 de mayo de 2016

Hacer pozos en Mali de forma tradicional


Tirar, soltar, tirar, soltar, tirar, soltar… Los brazos de Doncé, de Fadio, Vincent, Adama y otros seis trabajadores se mueven al mismo ritmo acompasado e hipnótico. Asidos a una empuñadura de madera, tiran de una larga cuerda bajo las órdenes de Bakoro, el encargado de que la perforación se realice de manera totalmente vertical. Lo que cuelga de la soga es una broca con la que llevan una semana taladrando el suelo de un huerto de Beleko, un pueblo de unos 4.000 habitantes situado a 200 kilómetros de la capital de Malí. Sólo con la fuerza de sus músculos, sin máquinas ni herramientas eléctricas, estos 10 obreros se empeñan golpe a golpe en alcanzar el mayor de los tesoros que el hombre puede poseer y que saben enterrado a unos 11 metros de profundidad: agua.


Nadie diría que en el secarral donde se encuentra Beleko, perdido en pleno Sahel a dos horas de la vía asfaltada más próxima, se podría encontrar agua de buena calidad. En los meses de febrero a abril, cuando el calor es más inclemente, el paisaje pierde el rojo de la tierra, el verde de los árboles y el azul del cielo. Los 40 grados de temperatura media, una humedad del 3% y la ausencia total de lluvias durante muchos meses agrieta las veredas, marchita los campos y cubre todo con un manto de polvo. El mundo se torna amarillento, gris y pardusco. Nada parece que pueda crecer aquí salvo los cientos de mangos que pueblan esta región.


Durante el año 2014, Geólogos sin Fronteras decidió iniciar un proyecto de investigación en Beleko que, de paso, dotaría de agua limpia a los vecinos. La localidad era bien conocida por la ONG dado que Robador reside en ella desde hace siete años. “Un pozo seguro es higiene, alimentación, salud… El problema es que cuesta 10 o 15.000 euros y la gente no lo puede pagar, explica Martínez Santos. Para poder acceder a agua limpia se necesita una infraestructura de perforación cerrada, pero su coste es imposible de asumir por muchas familias de Malí, un país situado en el puesto 179 de 188 en el Índice de Desarrollo Humano y donde el sueldo medio de un albañil es de unos 90 euros. Campesinado humilde que siembra sus huertos, cuida de sus animales y vive en chozas de adobe alejado de carreteras, comercios y tecnología. “El granjero, en un día de mercado, puede llegar a vender unos 2.000 francos CFA (tres euros) de berenjenas, por ejemplo, que es el equivalente al jornal de obrero”, asegura Robador.


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